Aunque en España está tardando en aparecer el invierno y además es más suave que en otros países europeos, se gasta bastante dinero en calefacción. La razón es sencilla de entender, ya que el 90 por ciento de nuestros hogares están muy mal aislados del frío, del calor y del ruido. Hace tiempo, con la energía más barata que en la actualidad, los arquitectos olvidaron que una de sus obligaciones es la de proporcionar a los usuarios de sus edificios el máximo confort con el mínimo gasto energético. Se puede combatir el frío, incluso de las tierras heladas del norte, sin más que pensar un poquito y por un precio más que razonable.
Los edificios nuevos deben estar construidos con envolventes exteriores absolutamente aislantes. Lo que no debe ponerse nunca es plástico inyectado, pues ese plástico se desprende de las paredes interiores y degenera y deja de aislar pasados muy pocos años de la construcción del edificio. Las ventanas deben ser de vidrios dobles, de grosores diferentes, para aislar del calor y del ruido al mismo tiempo, y separados los vidrios por no más de un centímetro. Los marcos de las ventanas no deben ser nunca de aluminio, salvo que esos parcos lleven en su interior un aislante térmico como fibra de vidrios o lana de roca, de nuevo.
En los edificios antiguos deben sustituirse las ventanas por otras de vidrios dobles bien aisladas y los tabiques exteriores por forros de pladur con aislante incorporado. Edificios bien aislados reducen la necesidad de calefacción, pero si aún se necesitase ésta en días extremadamente fríos, se pueden utilizar radiadores eléctricos, y digo eléctricos porque son enormemente sencillos de encender y apagar de manera automática. Los radiadores, que deben tener sistemas de acumulación de calor, no deben estar nunca en los muros exteriores, y mucho menos en rebajes de esos muros, como el 90 por ciento de los radiadores actuales.
Esto se debe a que tras los radiadores los muros están calientes, y la diferencia entre muros calientes en el interior y fríos en el exterior, fuerza un considerable flujo de calor hacia el exterior. Si los muros están bien aislados, no hay sensación de que estén fríos, y en cualquier caso, una cortina en su interior elimina del todo esa posible sensación. Un edificio bien aislado puede eliminar hasta un 90 por ciento del gasto en calefacción. Si las ventanas tienen encima una pantalla horizontal bien calculada, reciben la luz del sol en invierno, pero dejan de recibirla en verano. En invierno esa luz que entra, calienta adicionalmente el interior y la pantalla detiene ese calentamiento en verano.